Un nuevo año siempre trae reflexiones. Desde hace algún tiempo no soy fan de las fiestas de diciembre, me parecen una ruleta de consumismo e hipocresía todo junto en un mes. Claro que amo estar con mi familia, pero soy dichosa de estar con ellos y demostrar lo que siento durante todo un año, así que no encuentro mucho que celebrar específicamente, y lo de usar el nacimiento de Jesús para ponernos bonitos y comprar regalos, pues bueno, como que no me siento bien con el Creador cuando es lo último de lo que nos acordamos.
Ese es mi lado juzgador y amargado como dirían muchos, pero más que juzgar lo que me doy cuenta es que en estas y otras circunstancias he terminado haciendo lo que se supone hay que hacer por complacer las mayorías y ese ha sido mi mayor descubrimiento y no tiene nada que ver con la pobre Navidad.
Mi camino de autoconocimiento y aceptación no ha sido rápido ni fácil. Si algo dejó el 2022 fueron más retos, más fracasos y más estrés, pero también más lecciones. Me di cuenta que:
- No es fácil apreciar la belleza de la dificultad
- No es fácil ser juzgado y no reaccionar
- No es fácil ser uno mismo y sentirse siempre orgulloso de ello
- No es fácil amar sin amarse uno mismo
- No es fácil crecer y entender que cada quien va a su ritmo
- No es fácil ser agradecido sin desear más
- No es fácil quedar bien con uno mismo sin importar lo que opinen los demás
- No es fácil ser fuerte cuando se interpone nuestra humanidad
- No es fácil estar en silencio con uno mismo y no criticarse
- No es fácil escribir sin volvernos vulnerables
Pero es que lo fácil lo hace cualquiera dicen por ahí, y definitivamente no nacimos en la grandeza de nuestra humanidad para que fuera fácil. Este año me ha dejado la belleza de la dificultad como lección más grande. Todo lo difícil que hemos pasado, solo nos ha hecho más fuertes, más esperanzados, más resilientes y más unidos.
Este año nuevo decidí ser agradecida y celebrarlo, estar presente con mi familia, lejos y cerca, disfrutar cada sonrisa y cada copa de vino, cada canción de karaoke y cada abrazo recibido, no me fije en la parafernalia de la fiesta exterior, sino en la fiesta del corazón de todos los que me rodean, especialmente la mía. Recibo este 2023 y lo abrazo con alegría, y me abrazo a mi, mi imperfección, y me siento orgullosa de donde estoy, para donde voy, aunque no se exactamente donde sea.
Gracias 2022, porque al terminar, puedo caminar al futuro sin olvidar el pasado y porque aprendí a amarme, conocerme, reencontrarme y valorarme, para poder darme mejor y tomar mejores decisiones cada nuevo día.
Que tu 2023 te traiga creatividad, abundancia y paz, pero si lo que trae es dolor, angustia y frustración, que estos sean el combustible para crecer y enseñarte tu grandeza.
Atentamente,
la Grinch ya no tan Grinch