Hace algún tiempo no escribo, pero últimamente he tenido que librar pequeñas batallas existenciales con mis hijos, entre ellas la dosis adecuada de autonomía, responsabilidad, ego y amor propio.
Hoy una frase me movió el alma “No me digas que no hay que compararse con nadie, la vida es así, siempre hay que compararse con alguien”. Voy a tratar de explicar todo lo que pasó por mi cabeza en ese momento.
Por años he trabajado en reconstruir la mente de mis hijos a una perspectiva diferente, excelencia sin menospreciar, a aprender a perder, a saber que la vida es más que las calificaciones, a ser compasivos con ellos mismos, a no poner todo su valor en una sola característica y a saber que las personas estamos en diferentes niveles del espectro y que no solo las calificaciones de la escuela valen para un ser humano. Pero todo esto hoy me hizo darme cuenta que a la hora de destruir una preconcepción y reconstruirla, toma más que un buen consejo y una buena platica.
En lugar de machacarme por ser mala madre y no haber aún logrado mi objetivo, recordé que este camino es nuevo para ellos y para mi, que sus sentimientos son válidos porque es el mundo en el que decidí criarlos por mucho tiempo; recordé que yo tambien estuve ahi algun dia (joven y adulta). Así que con compasión, solo me quedé en silencio tragándome mis lágrimas de tristeza por él y solo pude decirle “te amo, como sos y con lo que traigas a la mesa, para mi, sos mas que una nota y lo seras siempre”.
Este episodio me hace reflexionar de todos los días cuando saltamos de emoción y felicidades y orgullo cuando sacan un premio o buena nota, pero también recordé lo duros que podemos ser cuando esa nota no es la que nos complace o cuando no hicieron una tarea o cuando no ganaron el premio. Lo que hacemos en esos momentos es igual de importante que lo que hacemos cuando ganan, es más, probablemente sea más importante y relevante lo que hacemos y decimos cuando pierden o no cumplen nuestras expectativas. Subimos a las redes sus logros (porque los creemos nuestros), pero acaso publicamos sus luchas y fracasos y como se levantaron de ellos?
Hoy está triste y se siente un perdedor porque a pesar de su inteligencia y logros, al compararse con los demás no es el mejor, pondré atención a sus sentimientos y los míos, esperaré en silencio que pase la tormenta, que él esté listo para una nueva perspectiva y seguiré luchando para demostrarle lo que vale por ser el, por existir, por su pasión, su pelo desordenado y su camisa sucia, porque se cocina solo y porque me da 300 besos al dia, porque se preocupa por mi y por amar como ama a toda su familia sin juzgarnos.
Ojo! rompamos ese ciclo dañino de inconscientemente hacer creer a nuestros hijos que son solo una calificación, un número; luchemos por que sepan, que quien son y lo que pueden lograr no lo determina ningún examen, ningún compañero, ninguna escuela, sino ellos mismos y el propósito que los puso en esta vida, que la vida es de ganas, determinación y equivocaciones, humildad, sufrimiento y alegrías.
¿Quién dijo que romper esquemas es malo? ¿Quién dijo que ser anormal es malo? Quien dijo que aspirar a más está mal? ¿Quién dijo todo lo que creemos hoy día? No lo se, pero mi reto es cuestionar, cambiar, crecer; si algo se de esta vida, es que no todo está escrito todavía y que nuestro destino lo hacemos con nuestra personalidad, esfuerzo y fe, fe de que hay más allá de lo que nos han dicho, que todo tiene diferentes maneras de hacerse y que NADIE debe crecer creyendo que vale menos o más que otro…..mi reto es siempre ser cuidadosa de lo que manifiesto y los mensajes que les doy, porque el sufrimiento no es solo hoy, puede ser para el resto de su vida si seguimos creyendo todo lo que nos dicen.
Puedo estar 100% equivocada, sin duda, pero algo me dice en mi corazón que hay mucha tela que cortar y estoy dispuesta a cortarla para averiguar cómo acompañarlos a vivir una mejor vida de la que nos han contado.