Cuando empecé a trabajar siempre soñé con hacer algo que cambiara el mundo. La combinación de inconformidad, temor y la falta de fe en mí misma me jugó mal y pasaron años hasta que con un poco de experiencia laboral, lágrimas y un montón de apoyo pude comenzar a creer en mis capacidades y aún más en mi deseo auténtico de dejar una huella en lo que hiciera. Lo que nadie me contó, es que es más difícil de lo que uno quisiera o está dispuesto a soportar y que había que definir qué es realmente una huella.
Los “ecosistemas” financieros, sociales y psicológicos que nos rodean en nuestra bella cultura hondureña parecen caminar como robots programados con instrucciones escritas en piedra (no sé cual aún), inamovibles, manteniéndonos en un status-quo que impacta directamente en la psiquis de cada persona e impregnando nuestros pensamientos con inseguridades, conformismo y lo más terrible, de pesimismo y la falta de habilidad para siquiera imaginar un mejor mañana colectivo. Aparte de ser obsoletos, carecen de voluntad, visión y cultura colaborativa, avizorando un futuro menos que prometedor en la mayoría de la población.
Nuestra última aventura disruptiva tuvo que pasar por toda la crisis humana de sus líderes, especialmente el miedo a romper los mercados y a hacer algo diferente y aparte útil para la economía del país y porque no, de la región y el mundo. El nuevo marketplace nace de un problema que para todos es conocido, la necesidad de vender y la facilidad para comprar, ¿nada innovador no? Sin embargo, nos comprometimos a que el objetivo principal es dar la llave al mercado informal para finalmente tener no solo una herramienta de venta, sino transformarse él mismo en su mejor versión como empresario. Sí, empresario, no emprendedor; pues no entiendo aún porque la diferencia de nomenclatura define los accesos a recursos de manera equivocada, los empresarios tienen las puertas abiertas para hacer más mientras los emprendedores viven de las limosnas del sistema, así que yo los llamo empresarios. Lo dejaré aquí por el momento porque es tema de otra conversación.
¿Cómo hacer de un nuevo producto el emblema de la disrupción? ¿Cómo cambiar las raíces de una cultura, su manera de pensar y actuar? Pues como dicen todos, paso a paso, pero ¡Dios! ¡Qué lento!. Creo con todo mi corazón y mente que si empezamos con un propósito, vencemos los miedos, abrimos los brazos al compartir y ponemos todo en riesgo, las cosas empiezan a suceder, y si aparte lo que nos mueve no es el encajar en el ecosistema sino obligarlo a evolucionar, pues entonces ahí mismo se convierte en legado, huella, diferencia.
¿Qué parte de nuestra esencia actual estamos dispuestos a poner en riesgo para aportar a nuestra sociedad hambrienta de cambio y desesperanzada? La que sea, tal vez podemos comenzar a escribirla como resolución de año nuevo a ver si las cosas empiezan a evolucionar.